Los talleres del Centro de Día y los emprendimientos productivos, son espacios ofrecidos a la integración social. Los testimonios que provienen de algunos puntos de la compleja trama conformada por los múltiples actores institucionales: pacientes externadas, pacientes en proceso de externación, coordinadores de emprendimientos productivos, trabajadores de los distintos dispositivos del Programa, referentes de otras instituciones, miembros de la comunidad, dicen del valor que tienen las experiencias para sus integrantes.
En este sentido, el primer desafío, una vez organizado “en el papel” el diseño del programa y efectivizada la resolución ministerial que legitimaba su puesta en marcha, fue crear condiciones para dar existencia a un “sujeto” colectivo que diera al programa encarnadura real. Y ese sujeto no podía hallarse en ningún otro lado más que entre los propios trabajadores del Hospital. Se comenzó entonces con una invitación por parte de la Dirección a todo el personal, a participar de un curso de capacitación a cargo de un equipo provincial (único recurso externo al hospital mismo) cuyo objetivo explícito era precisamente generar las mejores condiciones para la puesta en marcha de un programa cuyas características generales se explicitaron allí.
Se propone así una transformación de las prácticas de la institución manicomial, apoyándose en grupos y en personas que tienen como referencia más o menos naturalizada los modos de hacer, de pensar, de percibir; lo que llamamos en suma “los anclajes subjetivos del manicomio”. La institución encarnada. ¿Cómo revertir estas prácticas, de modo tal de transformar los recursos humanos realmente existentes en protagonistas de un programa que se propone la externación de los pacientes como momento de un proceso que trabaja por su creciente autonomía?
El enfoque de la capacitación se sostuvo en una premisa: no todas las acciones que transcurren dentro del manicomio o en relación al mismo son “manicomiales”. Existen múltiples prácticas (planificadas y no planificadas), que funcionan como alternativas cotidianas al hospicio en el hospicio. En lo que esas prácticas convocan, y en aquéllos que se reconocen en ellas están los recursos humanos con los que el programa se pondría en marcha. Capacitar sería partir de estos recursos, en procura de los recursos que la propia marcha fuera revelando como necesarios.
Partir de la recuperación de experiencias y la discusión de las prácticas cotidianas del hospital para arribar a la construcción colectiva de los dispositivos del P.R.E.A. Todo ello sostenido en la habilitación de situaciones de grupo que hicieran posible la circulación de la palabra, el intercambio y la construcción de lazos como condición de la construcción del “sujeto” colectivo del programa por nacer.
Hacia fines de 1999 se integraron los equipos y se pusieron en marcha los distintos dispositivos del programa.
lunes, 16 de noviembre de 2009
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